La dimensión formativa, en suma, es esencial para la empresa, la economía y la sociedad. En este sentido, la percepción global del tejido empresarial español sobre la formación de sus trabajadoras y trabajadores actualmente es positiva, según revela el último informe del Observatorio de Competitividad de la Cámara de Comercio de España. En concreto, la mayoría de las empresas considera que los recursos humanos contratados en los dos últimos años disponen de una mejor formación respecto a las habilidades requeridas para desempeñar su puesto de trabajo; especialmente en lo referente a los conocimientos técnico-profesionales y no tanto en lo referente a las habilidades personales (responsabilidad, liderazgo, trabajo en equipo...).
La empresa española, en este sentido, es cada vez más consciente de que los recursos destinados a la formación no constituyen un gasto, sino que significan una auténtica inversión en un activo estratégico fundamental, como es su capital humano.
La inversión en formación es sumamente importante para las empresas y para las personas empleadas, por lo que los recursos económicos destinados deberían dejar de ser considerados como un gasto, pues la formación se traduce en capital humano, aumentando la productividad y generando un mayor y mejor rendimiento para la empresa.
Para las personas, la inversión en formación incrementará sus oportunidades de empleo y la consecución de un mayor salario. Además, la formación supone un seguro contra el desempleo ya que cuanto mayor es la formación recibida, se está en mejores condiciones para mantener un puesto de trabajo o acceder a otro diferente.
Para la empresa, la formación incrementa la productividad de los trabajadores y trabajadoras, aumenta su motivación, genera mayor confianza en la propia organización, suscita un sentimiento de adhesión y pertenencia a la empresa, disminuye la sensación de estancamiento profesional y aumenta los periodos de permanencia en la compañía.
El conocimiento es un factor de producción que afecta a la competitividad de la empresa y de él depende su capacidad de innovar (condición indispensable para crecer en la economía del conocimiento). Innovar es convertir el conocimiento en riqueza, y el conocimiento se aporta y se transmite mediante la formación. Una formación que motiva a las personas y esta motivación asegura el éxito de la empresa contribuyendo a una mayor competitividad y permitiendo alcanzar los mayores proyectos empresariales. Un buen plan de formación mejora la imagen de marca y el prestigio de la empresa que resulta así más atractiva tanto para sus propios trabajadores y trabajadoras como para los externos, y permite atraer y retener el talento que es clave para el éxito empresarial. La formación aumenta la calidad de servicios y productos, aumenta la productividad, mejora el trato, la satisfacción y la fidelización de la clientela, aumenta la rentabilidad de la persona y del producto, mejora la fidelidad, mejorando y complementando su retribución, incrementa su polivalencia mejorando la flexibilidad y reduciendo gastos de absentismo. El personal formado es mucho más eficaz en su trabajo. La empresa es más atractiva para los candidatos a incorporarse, pues éstos valoran muy positivamente la posibilidad de recibir formación continua. Además el coste de la formación en la empresa es bajo y puede estar totalmente subvencionado.
Es necesario estudiar las necesidades formativas de la empresa sabiendo cuáles son los fallos y errores que existen en la misma y se pueden subsanar por medio de la formación. Esto puede ayudar a mejorar muchos aspectos de la organización.
La capacidad para detectar las necesidades de formación es baja cuando se hace desde la propia empresa, y muy baja en el caso de las pequeñas y medianas empresas. Por otra parte, las empresas también tienen dificultades a la hora de definir por sí mismas y correctamente las áreas de formación continua a las que atender, así como el contenido apropiado de la enseñanza a impartir a su personal.
La formación supone una serie de ventajas tanto para la persona empleada como para la propia empresa.
• Le ayuda a adquirir nuevos conocimientos, habilidades y destrezas
• Se siente más integrada en el equipo
• Tiene la oportunidad de conocer nuevas formas de trabajo y metodologías para poder mantenerse y conservar el puesto
• Contribuye al desarrollo personal y profesional (promoción, aumento de salario, etc.)
• Aumenta el nivel de eficiencia dentro de su área específica
• Suple sus carencias y necesidades reforzando la capacidad y preparación de la plantilla.
• Ayuda a transmitir la cultura empresarial y los objetivos
• Permite alcanzar un mayor nivel de competitividad, rentabilidad, productividad y calidad
• Mayor facilidad de adaptación a los cambios en el mercado y en el entorno.
Por lo tanto y como resumen, personas formadas en la organización suman más que restan, todo ello unido al puesto de trabajo y la estrategia de la empresa.
Según un estudio de la Cámara de Comercio de España, más de un tercio de las empresas españolas (36,2%) ha trabajado conjuntamente con las Universidades en la actividad productiva de su organización. Esta cifra, sin embargo, dista del nivel existente de los países de nuestro entorno, e incomparable con nuestra provincia de Jaén. Este dato refleja, además, la existencia de un importante campo de oportunidades para que las empresas españolas mejoren su capacidad competitiva a través de la conexión con el ámbito universitario. Y viceversa, esto es, acercar el mundo universitario al tejido productivo y con ello mejorar su conocimiento y aumentar el retorno a la colectividad de esta colaboración en el futuro. Este vínculo es clave para el progreso de la economía española.
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